La naturaleza que habla a la cámara es distinta de la que habla a los ojos; distinta sobre todo porque un espacio elaborado inconscientemente aparece en el lugar que el hombre ha elaborado como conciencia. Es corriente, por ejemplo, que alguien se dé cuenta, aunque solo se a grandes rasgos, de la manera de andar de las gentes, pero seguro que no sabe nada de su actitud en esa fracción de segundo en que se alarga el paso. La fotografía en cambio lo hace patente con sus medios auxiliares, con el retardador, con los aumentos. Solo gracias a ella percibimos ese inconsciente óptico igual que solo gracias al psicoanálisis percibimos el inconsciente pulsional.
Benjamin, Walter, “Pequeña historia de la fotografía”, en discursos interrumpidos I, Buenos Aires, Tauros 1989 pág. 67
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