(Kingston upon Thames 1830 - 1904)
Para Stanford, el proyecto fue siempre sobre el movimiento de los caballos. Para Muybridge, era también sobre el movimiento de los obturadores y sobre la velocidad de la película. Al revelar el mundo secreto del movimiento, había comenzado a transformar la fotografía en un instrumento científico. En sus inicios, el medio había sido más lento que el ojo humano, tal como lo prueban esos famosos bulevares vacios de las imágenes tempranas. Ahora iba a cruzar una gran brecha, iba a hacer visible –como antes lo había hecho el telescopio y el microscopio- un mundo oculto para el ojo. Aquello otros mundos habían estado escondidos debido a la escala y al espacio, pero esta mundo había este mundo había estado escondido por el tiempo. Era el mundo de las cosas cotidianas cuyo movimiento siempre había sido misterios. Con el tren los seres humanos habían empezado a moverse más rápido que la naturaleza. Con el telégrafo, se comunicaron más rápido. Con la fotografía, verían más rápido, verían lo que había permanecido escondido en el tiempo y luego podrían reconstruir esos momentos. Era como si un velo hubiera estado cubriendo los momentos más básicos y la fotografía de Muybridge estuviera a punto de rasgar ese velo para siempre.
Rebecca Solnit, River of shadows. Eadwerd Muybridge and the technological wild west, Nueva York, Peguin, 2003, pags. 82-83.
De manera paradójica, la foto que venía amostrar la veracidad de los experimentos era falsa. Esa falsedad, de todos modos, se aplica a la representación y no al contenido de la imagen: el caballo galopa de esa forma. El fotógrafo no detuvo allí sino que se impuso un objetivo más ambicioso: en 1878 descompuso el galope en doce fases, fijando el movimiento en una serie de instantáneas. Para lograrlo, coloco doce cámaras Scoville con lentes rápidas Dallmayer, separadas por intervalos regulares a lo largo de una pista; cada cámara se disparaba a través de un dispositivo electromagnético accionado por el caballo a medida que su paso cortaba los filamentos tendidos transversalmente sobre la pista. Como si fueran fotogramas de una película, esas imágenes sucesivas permitían ver con una nitidez irrefutable la evolución de movimiento.
Oubiña, David, Una juguetería filosófica: cine, cronofotografía y arte digital, Buenos Aires, Manantial, 2009. Pág., 65.
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